Nombramiento de Cofrades de Honor
D. Miguel Sanz, Presidente del Gobierno de Navarra
Dña. Achen Jiménez, Restaurante Túbal (Tafalla)
D. Pedro Ábrego, Restaurante Mesón Txistu y Asador Donostiarra
D. Pedro Subijana, Restaurante Akelarre
D. José Javier Alfaro Calvo, Escritor
Apadrinamiento de un olivo
Autoridades, cofrades,
caballeros, bellas damas,
niños, jóvenes, adultos
y personas jubiladas,
fotógrafos, periodistas,
gentes de buena labranza,
dantzaris y gaiteros
y quien por venirle en gana
se encuentre a este Capítulo
asistiendo en esta sala…
para cantar al aceite
y hacerle justa alabanza,
permítanme este romance
y así dar cumplidas gracias
por mi parte; pues tanto Achen,
como Ábrego y Subijana,
hacen mejor poesía
sobre todo cuando tratan
de preparar esos platos
que gozan de justa fama.
Y empecemos por la Historia,
que es cosa muy adecuada:
en Asia Menor nacidos,
pronto llegaron a Hispania
los olivos con sus frutos;
unos por el Norte de África,
otros por Grecia y por Roma,
pintando de azul y plata
las tierras que el Mare Nostrum
generosamente baña.
(cerca, da fe de lo dicho,
una estirpe milenaria).
Desde el silvestre acebuche,
al empeltre o al negral
un sinfín de variedades
se han venido a cultivar.
Molinos de brazo y rucio,
molinos de viento y agua,
que los árabes llamaron
en su lenguaje ‘almazaras’,
prensaron entre serones
de esparto las vareadas
olivas. Brotó el aceite
como el oro, pura magia
esta joya que resulta
singular remedio para
los cuerpos, a base de
emplastos y cataplasmas,
bálsamo curalotodo
desde la piel a la entraña,
que es óleo del bautismo
que fortalece a las almas,
y en el último viaje
con su unción nos acompaña
(no obstante, que nos esperen
por mucho tiempo las Parcas).
Tanto el cristal de Murano
o el odre de cordobán,
el tarro de Talavera,
el búcaro, la garrafa,
el pixel o la botella,
hasta la humilde tinaja,
cuando contienen aceite
virgen extra bien se ufanan.
(aunque yo me quedo siempre
con aquella simple hogaza
de pan untada en aceite,
que fue merienda de infancias).
Y, luego, está en las cocinas
para aliñar ensaladas
o componer aliolis,
mayonesas y otras salsas,
o conservar alimentos
impregnados con su grasa,
o condimentar frituras,
guisos y asados con viandas
que, a su vez, las Cofradías
aquí presentes se encargan
de exaltar por esos mundos
con sus pins y sus medallas,
sus estandartes y lábaros…
y es su mejor propaganda
una oculta prominencia:
la tripa bajo la capa.
(con ser tan bueno el aceite,
conviene no echar en falta
acompañarse de un vino,
pues es costumbre muy sana,
y no estará mal que sea
de Cascante de Navarra).
Pero pongamos ya fin
a estas sentidas palabras
(que el poeta siempre corre
peligro cuando se alarga)
y hagámoslo como hiciera
el Calderón de la Barca,
con una décima y media
que resuma esta alabanza,
repitiendo antes de nuevo
a todos, todas las gracias.
Pepe Alfaro